top of page

El Libro del Confinamiento

  • Foto del escritor: U.p. Valencia del Ventoso
    U.p. Valencia del Ventoso
  • 24 abr 2020
  • 17 Min. de lectura

Actualizado: 28 abr 2020


CAPITULO I


Dicen que estamos confinados. No podemos abrazarnos, besarnos, estrecharnos las manos. No podemos ver a nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. No somos libres para ir a dónde queramos ni hacer lo que nos plazca.

Dicen que estamos confinados. Nos atenaza un miedo que nunca habíamos sentido a una amenaza que no podemos ver. Nos inquietan el ahora y el mañana.

Dicen que estamos confinados. Todos los días aguardamos el lúgubre balance de caídos en una guerra de batas blancas, de noticias contradictorias, de rumores y desconfianzas.

Dicen que estamos confinados. Sin embargo, de este forzado encierro ha surgido la conciencia de la proximidad: todos los días hablo con un vecino del que hace un mes no conocía su nombre, los clientes del trabajo preguntan por la familia, no hay llamada o correo que no termine con un ¡ánimo!. El encierro nos ha liberado de todo aquello que no es esencial en nuestras vidas y nos ha enseñado a convivir con el gran desconocido que habita en nuestro interior. En él hemos descubierto miedo, inquietud, apego…pero también valentía y generosidad, espíritu de sacrificio y un profundo amor por las personas en lugar de por las cosas.

Dicen que estamos confinados, pero nunca como ahora se nos había presentado la oportunidad de aprender a ser libres. Dicen que estamos confinados…o tal vez, sin saberlo, lo hayamos estado hasta ahora.

David Vázquez



CAPITULO II


Aunque ésta situación sea difícil y dura, ojalá que saque pronto la vacuna y volvamos otra vez a la normalidad

Anónimo



CAPITULO III. COVID-19


No solo hemos dedicado tiempo a actividades que creíamos que ya le dedicábamos, no solo hemos pasado tiempo con nuestra familia, no solo hemos recordado esas peleas de hermanos, no solo hemos vuelto a recordar esos juegos con los que nos entreteníamos, no solo hemos ayudado a las tareas del hogar, no solo nuestros padre han aprendido algo más de las nuevas comunicaciones, no solo hemos echado de menos a las personas las cuales no teníamos con nosotros si no que hemos aprendido a convivir, nos hemos reunido en nuestras casas, confinados, soportando a los niños pequeños, soportando la pesadez de los adolescentes, la cansinez de los padres, estamos ganándole la batalla a la distancia pero, esta vez, una distancia que une, que une a personas que sin conocerse están haciendo un esfuerzo sobrehumano por otras, hemos soportado una distancia que nos ha intentado separar de nuestros seres queridos pero no hay algo tan fuerte como los sentimientos y la empatía de una familia unida.

Y... aunque hable en un presente y todavía no sea ni un futuro estoy convencido de que saldremos de esta y cuando todo pase porque todo pasa podréis volver a leerlo y daros cuenta de que tenía razón.

Estoy seguro de que estamos deseando que se acabe esta pandemia para reunirnos con nuestros seres queridos para abrazar a aquellas personas a las que necesitamos estar en contacto con ellas para que su calor vuelva a ser la barrera contra todo, solo necesito que no os desesperéis porque acabamos de presenciar que hemos dejado de lado nuestras ideologías, nuestros principios y nos hemos agarrado de las manos jurando que nos vamos a ayudar sin importar quien sea tan solo por un bien común, algo que necesitamos todos, algo que, no tiene precio, la vida de las personas.

No todas las personas hemos tenido la misma suerte, no todas lloramos por la alegría de ver alguien detrás de una pantalla o por un niño recién nacido, mucha gente por desgracia ha llorado por no despedirse de aquel familiar que ha tenido un entierro solo y sombrío, que ha tenido una despedida un tanto amarga y las lágrimas de sus comparecientes han reflejado una tristeza, una tristeza que me hace pensar que es más fuerte el remordimiento que la gratitud, pero lo único que podemos hacer ahora es aprovechar el tiempo con todas aquellas personas que amamos y que queremos para que un día los muertos no reciban más flores que los vivos.

Para todas estas personas les pido que se pongan en pie porque el mundo no se ha acabado, porque hay gente que está peor y no puede expresarlo, vamos a hacerlo por todos. Por último diré que este virus no entiende de razas, ni de religiones, ni de colores, ni de edad, ni de estatus social pero de esto también podemos sacar algo bueno y es que nadie es más que nadie, que un fajo de billetes no implica estar más seguro y creo que este virus ha conseguido que nos pongamos a pensar que el tiempo no se para ni mucho menos retrocede y que da igual quien seas que la muerte no entiende la palabra invulnerabilidad, así que vamos a seguir luchando, por todos, por los que están y por los que se han ido vamos abrir un pequeño hueco en nuestros corazones y vamos a aprovechar el tiempo.

Ahora puedo decir con voz serena y tranquila que yo, Anónimo, para el virus, de parte de toda una nación, la nación mundial, vamos a ganar nosotros.

Anónimo



CAPITULO IV. ¡FELIZ CUMPLEFINAMIENTO!


Nunca me llevé bien con las ciencias, siempre hacen lo mismo:

intentan fastidiar.

Te hacen recordar que tu cuenta está a -1€,

y que eso no es nada positivo,

o te avisan de que vives demasiado acelerado...

porque tu corazón alcanza las 150 pulsaciones por minuto,

eso sí, en reposo.

En este caso,

lo ha hecho focalizando la atención simplemente una cifra: 25.

Y yo, que soy de letras, prefiero denominarlo cuarto de siglo, que suena mucho más bonito,

y celebrarlo enamorándome un año más de la vida.

Puedo presumir de haber cumplido veinticinco años como nunca hubiese imaginado y, probablemente, como jamás olvidaré: en mitad de una pandemia.

Celebrarlo así es algo inusual y una, que siempre se ha creído diferente, ve que baila al compás.

Una vez más.

Y eso mola.


¿Sabéis qué? Me encanta sacar el lado positivo de las cosas, por eso a mí este 20 de abril se me hizo demasiado bonito.

Bonito porque descubrí que los abrazos no necesitan de brazos para darse,

ya que la imaginación hace virguerías.

Comprobé que cerrando los ojos, podemos sentir cosas tan maravillosas como las caricias,

el olor de esa colonia que tanto de menos echas

e incluso los tirones de oreja.

Porque la mente es así de maravillosa.

Bonito porque un abrazo físico,

de esos que aprietan los miedos hasta acabar con ellos

y que hacen que tu espalda cruja,

ahora valdrá el triple,

y ya empiezo a tener los cajones llenos,

para dejar descansar un poco a la mente,

que también se lo merece.


Me reafirmé en el pensamiento de que los mejores regalos nunca fueron materiales.

Que los tenemos tan cerca que apenas los sabemos apreciar.

Y que estos valen vida,

porque el oro está sobrevalorado.

Y esto me hizo reflexionar sobre una frase muy sabia,

"todo lo que se puede comprar con dinero, es barato".

¡Cuánta razón!


Bonito porque conocerse a una misma,

viajar hacia adentro,

acompañarse de la soledad...

es una de las asignaturas que tenemos pendientes.

Y gracias al maldito covid se está convirtiendo en una asignatura aprobada,

al menos ya roza el cinco,

y confío en llegar al sobresaliente.


Bonito porque ahora los besos serán más largos,

más intensos,

y seguro que tan sonoros como los de las abuelas

(gracias abuel@s, sigo recibiéndolos todos los años del cielo).

Porque los besos silenciados, no sientan igual de bien.


Bonito porque para muchxs la vida ya no volverá a ser igual.

Y yo, que peco de utópica,

estoy segura de que nos habremos convertido en mejores personas,

quizás...

más empáticxs,

menos materialistas,

viviendo más relajadxs,

dispuestxs a disfrutar de los instantes,

centrándonos en el aquí y en el ahora (incluso "Carpe Diem" pueda convertirse en nuestro lema, quien sabe),

más concienciadxs con el valor de la vida,

de las maravillas que el medioambiente nos ofrece,

de la importancia de ayudarnos,

y de acompañarnos,

porque caer es fácil, pero levantarnos...

para eso siempre viene bien un brazo amigo.


Y apreciaremos el valor de los pequeños detalles,

esos que antes creíamos tan nuestros que jamás imaginaríamos que nos lo pudieran arrebatar,

(y mucho menos un bichito insignificante):

los acercamientos,

el olor que desprende la persona a la que abrazas (y el café recién hecho en una cafetería),

las caricias,

el calor humano (y del sol en medio de la playa),

los susurros,

un te quiero al oído...

y los vellos de punta.

Las miradas,

los roces,

las comidas con sus respectivas sobremesas,

las cenas que se alargan hasta que nos damos cuenta de que se ha pasado la hora de entrar gratis en la discoteca...

y optas por continuar la fiesta en el piso,

los bailes

y los brindis.

Un brindis.

Un chin-chín.

¡Hasta ese sonido echo de menos!


Volverá todo.

Todo vuelve.

Igual que lo han hecho los pantalones de pata de elefante.

igual que lo hacen las estrellas cada noche,

o el verano tras cada primavera.


Y esto,

todo esto,

lo compartiremos y disfrutaremos entre todxs,

que es a lo que hemos venido.


Solo me queda una cosa en el tintero:

gracias al COVID,

gracias también a mí,

pero principalmente gracias a ti,

es que me siento millonaria de emociones.

Sí, MILLONARIA, a mis 25.


Namasté.


Natalia Bellido Valencia




CAPITULO V

Nos damos cuenta la poca comunicación que hay a nivel familiar con los adolescentes.

En este confinamiento disponemos de un tiempo que normalmente no permiten las obligaciones del día a día, es una oportunidad para compartir y hablar de temas que pueden interesarle a ellos.

También compartimos las tareas del hogar.


V.B.M



CAPITULO VI


¿Cuánto nos queda, una semana? Me preguntó anoche.

Cualquiera le decía que sí o que no. La primera vez que le dije que sí, que quedaba una semana, contó los días en silencio y cuando llegó el supuesto momento, me lo vi la calle arriba y tuve que salir a correr detrás de él (en pijama) y decirle que se metiera para adentro que lo iban a multar. Iba que se las pelaba.

La segunda vez que me preguntó le dije que quedaba un mes, y me curé en salud. Y ahora ya habrá pasado ese mes, porque como te estoy contando, anoche me volvió a preguntar. ¡Qué bien lleva la cuenta!.

La verdad es que lo está llevando mejor que yo. Otra vez me ha vuelto a dar una lección. Yo al principio pensé, “esto le va a hacer mella”; pero ni mucho menos, siempre se adapta mejor que yo a todo, aunque me cueste reconocerlo.

A veces en estas semanas, me he puesto triste al darme cuenta de la relación tan distante y fría que tengo con él. Quizá sea nuestra forma de ser, más allá de separarnos relativamente pronto. A estas alturas, y durante estos días, he aprendido a disfrutar de esa distancia y valorar los detalles del día a día.

Desde el principio decidí no poner la tele jamás. No quería intoxicarlo con sobre información ni que tuviera la sensación constante de angustia que proyectan los medios y que por otra parte, supongo es la realidad, así que el pobre no puede ver las noticias, ni enterarse de lo que va pasando, solo de lo que le voy contando yo. Soy su filtro, aunque no me pregunta casi nada. A veces me siento mal por eso, y le digo que si quiere puede ponerla, pero siempre me dice que no y la verdad es que me alivia. No sé si ha estado bien haber tomado esa decisión por él, pero bueno, con el paso de las semanas creo que lo estamos llevando bien así.

Tampoco sé cuántas veces se habrá visto en estos días "La muerte tenía un precio". Título, por otra parte, bastante poco adecuado a estas fechas, aunque con un argumento que le representa fielmente. Se la he descargado en un pen y escucho la exquisita banda sonora de Ennio Morricone si no cada tarde, cada dos.

Por la mañana hablamos un poco. Yo teletrabajo, me levanto a las 8, y él dice que lleva ya media hora despierto, aunque yo creo que lleva por lo menos dos horas. Yo no tengo esa cara cuando llevo sólo media hora despierto. Supongo que echará de menos su casa, o directamente se levantaba a esa hora antes de esto, me espero cualquier cosa.

Se espera a que yo me levante para desayunar. "Un café y un dulce, lo que haya", me dijo el primer día. Le echo un tazón de leche, se lo tiño un poco con café y se lo bebe a gusto, a sorbos. Yo acabo mucho antes que él, aunque me quedo esperando a que termine, antes con impaciencia y un poco molesto por los sorbos, ahora ya me produce un placer casi hipnótico verlo acabarse el café. Total, yo me tengo que ir a trabajar.

Se pasa casi toda la mañana sentado en el patio. Aunque el patio es bastante pequeño, lo he visto pasear un poco. Él no me quiere decir nada, supongo que se siente ridículo, pero ya lo he pillado varias veces dando vueltas en círculo entre las macetas. Se me pilla mirando, se para en seco y se pone a hacer como que busca algo. Yo me lo imagino pensando, hay que ver, con lo que yo he pasado y que me tenga que poner a darle vueltas a un patio.

A mediodía no me come ná. Siempre quise decir esto, es la primera vez que puedo: “no me come ná”. No sé de dónde saca las calorías que necesita para sus paseos matutinos y sus tardes de Clint Eastwood. Le he preguntado infinitas veces que qué es lo que él comía antes, que qué comida le gusta más, pero siempre me contesta que cualquier cosa le viene bien, y luego no come. Es como los buenos de sus películas cuando les pillan los malos y les preguntan dónde está la chica, no dice ni pío. Y tampoco es que yo sea aquí Máster Cheff, así que le pongo lo que buenamente sé hacer, intentando cada semana observar de lo que ha comido menos, o ha puesto alguna cara rara para no volverlo a hacer, porque obviamente, no me va a decir esto no me gusta.

Me da pánico ir a comprar. Cuando vuelvo me ducho corriendo, echo a lavar todo, y friego con lejía. Yo que estaba acostumbrado a fregar la casa muy de vez en cuando... Y eso que tampoco tenemos contacto físico ninguno, el habitual de antes de esto, pero he de reconocer que últimamente, a veces me permito darle un beso cuando se queda dormido en el sofá.

Le estoy enseñando a escuchar música. Dice que hacía años que no estaba sentado sin hacer nada más que escuchar música, si es que lo ha hecho alguna vez en su vida. Le pregunto por canciones, las busco en Youtube y se las pongo por los altavoces, pero recuerda siempre las mismas. Eso sí, tararea cientos. Intenté tirar de Shazam para averiguar qué canciones eran las que tarareaba, pero nada, así que escuchamos algunas de las que me gustan a mí. No sé hasta qué punto me odiará por hacerle eso, ponerle este tipo de música, pero para mí es uno de los mejores ratos del día.

Desde hace ya varios días también estoy consiguiendo que me cuente alguna historia por las noches. Le cuesta mucho recordar. Creo que ni puede ni quiere, aunque yo soy muy insistente. Al llegar las 10 de la noche, sus recuerdos valen oro en estos tiempos de telebasura. En este mes y medio, me ha repetido muchas historias, narradas de forma diferente y desordenada, pero me ha dado para hacerme un puzle mental maravilloso de ciertas partes de su vida.

Estoy aprendiendo a hacerle reír. Me cuesta muchísimo, he de reconocerlo, tiene un humor impenetrable, pero si me esfuerzo puedo verle esbozar una pequeña sonrisa. Utilizo técnicas bastante efectivas como ridiculizarme a mí mismo y a toda mi generación, lo cual es bastante fácil al compararla con la suya, y he observado que es algo que le hace un poco de gracia.

En estos días sin quedar con nadie, sin ver a mis amistades o a los compañeros de trabajo, puedo decir que se ha convertido en mi mejor amigo.

Odia el resistiré. Yo creo que él se ríe en la cara del resistiré. Tiene que pensar, a mí con eso. Sé que lo odia porque nunca sale a los aplausos y mira que le he insistido, pero dice que no le gusta ni el jaleo, ni la música, y la única que ponen es esa.

Me da coraje cuando me pregunta cuánto nos queda. ¿Por qué, es que no estás bien aquí conmigo? Le contesto yo. Él me dice que sí, pero que está mejor sólo. Que no quiere molestarme más. Es lo único que me pregunta sobre "el mundo exterior", aunque yo le voy contando que la situación mejora, que ya está muriendo menos gente y que pronto podremos volver a estar como antes. De nuevo sin réplica por su parte.

Yo creo que es un maestro en este tipo de situaciones. Como no puede cambiar absolutamente nada pues se limita a hacer lo que le dicen. Ya pasará. Me recuerda al tipo duro de las películas que le gustan, las del oeste, héroes en contacto con la realidad, buscando lo más práctico, sabiendo que en la vida es difícil conseguirlo todo, y sacrificándose por el bien común sin alardear, con cero marketing.

No sabía que lo admiraba tan profundamente. Es triste que tengamos que esperar a esta edad para admirarlos tanto, supongo que es ley de vida, como si fuéramos perdiendo nuestra soberbia juvenil y cada año encima el tiempo nos señalase lo difícil que era hacerlo como ellos. Que no digo que ese sea el motivo, también puede que con los años nos volvamos más nostálgicos y nos guste más poner etiquetas, y nos cueste menos valorar las cosas.

No lo dice mucho, o siendo sincero, casi nunca, pero yo sé que se acuerda mucho de ti. Quizá por eso se haya vuelto un tipo tan duro, aunque pasee por el patio en círculos.

A veces, cuando escuchamos las canciones, se emociona más de la cuenta y yo sé que es por ti, así que la quitó rápido antes de que no pueda hacer más fuerza para contenerse, sea evidente que se lo he notado y lo pase mal.

Te parecerá mentira que al final nos hayamos unido tanto. Siempre dijiste que éramos una calca, y por eso nos llevábamos tan mal. No sé cómo lo haces, pero otra vez llevas razón.


Cada día puedo sentirte en sus palabras, y las expresiones de su cara, que inevitablemente me recuerdan a ti. Me imagino muchas veces qué le contestarías tú o cuál sería tu opinión en cada situación, y actúo en consecuencia. Al final, nos enseñaste bien a ambos a imponer tu criterio aunque no estés.

Algunas noches, sobre todo los domingos, nos sentamos en la terraza sin hablar, a pasar la tarde hasta que se hace de noche, mirando los dos hacia el cabezo que se ve más allá de las últimas casas del pueblo, donde está el campo en el vivías de pequeña. No decimos nada pero los dos sabemos que el otro está pensando en ti.

La verdad es que te echamos muchísimo de menos mamá.


Manuel Barba



CAPITULO VII


La cuarentena, es una palabra a la que much@s le tienen miedo, miedo a pasar tantos días encerrados en casa, tantos días sin ver a los amigos, familiares, abuelos…

Cada uno se forma su propia rutina para no aburrirse en casa. Unos hacen deporte, otros cocinan, algunos empiezan a leer más a menudo y otros arrasan con Netflix.


Todos tenemos ganas de volver a salir y volver a vernos, ganas de una tarde en la plaza, ganas de poder quedar con amigos en el parque, pero debemos ser pacientes y hacer todo lo que nos dicen para que todo pase cuanto antes.


Hay personas que tienen miedo a no tener más fiestas, más conciertos… Pero yo prefiero quedarme en casa, seguro que las fiestas algún día volverán, pero ahora tenemos que hacer que la cuarentena no vuelva.


Mi rutina no es muy diferente a la de antes, me levanto, hago mis tareas, normalmente juego a algún juego de mesa con mi familia y así día tras día. Pero hay algo que si hacemos diferente, y es que siempre a las 20:00h en punto salimos todos los vecinos a aplaudir a esas personas que hacen que todo vaya mejor.


¡¡YO ME QUEDO EN CASA!! ¿Vosotros?


Nuria Muñiz Jiménez




CAPÍTULO VIII. EL AMOR EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS


"Yo os declaro marido y mujer. No puedes besar a la novia".

Desde pequeñas soñamos con ese gran día. Recuerdo jugar con mi hermana a fabricarnos vestidos de novia con mantas y unas pocas pinzas de tender la ropa y caminar por el pasillo de casa mientras tarareábamos la marcha nupcial; una era la novia y la otra sujetaba la cola del vestido improvisado.

Y en un abrir y cerrar de ojos te conviertes en mujer y te ves junto a esa compañera de juegos y travesuras buscando el vestido que siempre imaginaste.

Un año planificando, dando forma al día más especial de nuestras vidas ajena a cualquier preocupación o imprevisto.

Visitas a haciendas, citas con proveedores, búsqueda del vestido y los zapatos en la mejor compañía, pruebas de menú, elección de cubertería y mantelería, diseño de invitaciones... Nervios e ilusión a partes iguales.

Y cuando parece que el momento está llegando y te ves caminando hacia el altar rodeada de las personas que más quieres, la vida se encarga de cambiarte los planes. De golpe aparece la incertidumbre de no saber qué va a pasar.

Este virus ha llegado para trastocar nuestras vidas poniéndonos ante un escenario que jamás imaginamos, obligándonos a ser responsables y tomar decisiones por nuestra seguridad, pero sobre todo por el bien de las personas que nos rodean. El amor en tiempos de coronavirus pasa, primero, por renunciar para proteger al otro.

Y de repente corazón y razón entran en conflicto, y en un mismo día una montaña rusa de emociones se apodera de ti; y aunque en principio te muestras positiva ante los demás, con el paso de los días esa careta cae y aceptas que todas las emociones son igual de importantes, y que la tristeza y la rabia también necesitan su espacio.

Y en ese momento te das cuenta de que a veces es necesario parar y aislarse para escuchar tu propia voz, y pasas por diferentes etapas.

Los primeros días de confinamiento piensas que ésto es algo temporal. Te niegas a aceptar la situación.

Después, cuando empiezas a ser consciente de la magnitud del coronavirus, comienzas a sentir rabia y frustración y te preguntas por qué te pasa ésto a ti.

Más tarde entras en una fase de tristeza que no quieres compartir con nadie.

Y con el paso del tiempo la mente va ordenando tus pensamientos y sentimientos y vienen nuevas fases, la aceptación y el agradecimiento.

Aceptas la situación que estás viviendo y te sientes afortunada por tener salud y a las personas que más quieres fuera de peligro.

Y cambia tu percepción sobre las bodas.

Una boda es besar, abrazar, reír, y llorar de felicidad; una boda es cantar hasta quedarte sin voz, miradas de complicidad, bailar, amanecer descalzos, brindar... y volver a brindar. Y al día siguiente resaca física y emocional.

Una boda es el novio, esa figura que queda en un segundo plano eclipsado por la novia. (Os invito a que cuando la novia entre en la iglesia y todas las miradas estén puestas en ella, os fijéis en el novio. Es un momento mágico)

Una boda es una madre y una hermana emocionadas durante la prueba de vestido no por el vestido en sí, sino por lo que ello representa. Esas mujeres que te acompañan durante todo el proceso y te apoyan en tus decisiones por muy descabelladas que sean.

Una boda es un padre ilusionado, esa persona que te ha llevado de la mano en tus primeros pasos y te llevará del brazo al altar emocionado al darse cuenta de que el tiempo pasa en un parpadeo.

Una boda son tus invitados, esa familia y amigos que de una forma u otra se han convertido en imprescindibles en tu vida.

Una boda es la antesala a formar una familia, tu familia, dejando atrás los lazos de sangre y comenzando una nueva historia junto a la persona a la que has dado el "sí, quiero".

Si algo nos ha enseñado el COVID-19 es que los aspectos materiales ahora quedan relegados a un segundo plano.

La máxima de una boda es celebrar el amor, y aquí hay amor a raudales. Y el día que podamos celebrarlo (en la fecha prevista o más adelante) será por todo lo alto y no escatimaremos en besos ni abrazos (¡a la mierda el maquillaje!). Porque estar perfecta será la última de mis preocupaciones. Porque ese día estaré concentrada en ser feliz, brindaré por los que me estarán viendo desde el cielo y agradeceré a la vida por contar con personas tan maravillosas.

Una boda que se pospone solo es eso. No es una cancelación de nuestra boda, de nuestro compromiso ni de nuestro amor.

Gracias a esta pandemia, estoy más segura que nunca de que SÍ QUIERO pasar el resto de mi vida con él. Hoy, mañana y siempre.


Dulcinea Bellido Valencia



CAPÍTULO XI. ESTAMOS CON VOSOTROS

(A los afectados por el Covid-19)


Me bautizaron Francisco

en familia, Chesco y Paco

amigos me llaman Chesco

ya no sé cómo me llamo.

Tengo una hija y un hijo

soy un padre afortunado,

por ellos y por su madre

que es mi esposa, a la que amo.


En uno de Mayo cumplo

sesenta y ocho a su lado

y no soplaré las velas

al cumplirlos confinados.

De nietos tenemos tres

que son el mejor regalo

cuando los vemos venir

y darles besos y abrazos.


Es nuestra nieta mayor

Lucía, que tiene once años

le sigue Mario con ocho

y Clara, que tiene cuatro.

Y de mis padres ya ausentes

quedamos los cuatro hermanos,

dos chicas y dos varones

en permanente contacto.



Tengo unos grandes amigos

son, Manolo y los dos Carlos

y a la par, mi amigo Antonio

amigos, de muchos años.

Mi tío Pepe es un Poeta

por el que me he aficionado

a escribir en Poesía

por cuanto él, me ha enseñado.


Me gusta ir en bicicleta

por el río paseando

gozar la Naturaleza

que ahora tanto, la añoramos.

Que sepas que no estáis solos

y sí en las mejores manos

que os cuidan con sumo esmero

Los Grandiosos Sanitarios.


Puesto que has leido el poema

recíbelo con mi abrazo

que aunque no nos conocemos

te estrecho como a un Hermano.

Que os recuperéis muy pronto

todo el mundo os deseamos

y cuando pronto salgáis

vuestra familia esté al lado.


F.A.R.



CAPÍTULO X. GRACIAS

(A todos los que estáis al frente velando por los demás)


¡Cómo, no daos las gracias

por tanto esfuerzo impagable

plantando cara a este virus

de consecuencias mortales!.


Frente a esta hecatombre humana

más que nadie sois vitales;

¡Sobran palabras vacías

vosotros curáis los males!.


Qué recuerdo tan amargo

los recortes insaciables

de políticos sin alma

que olvidaron confesarse.


Tal vez, discurran ahora

cuando ya es un poco tarde

que les sobran privilegios

con carencia en HOSPITALES.


La salud no es prescindible

ni debe menospreciarse

por políticos que sobran

cuando el pueblo está que arde.


Los confinados en casa

a las ocho cada tarde

os brindamos nuestro aplauso

que se escucha en todas partes,


dirigido desde el alma

a sectores encomiables

que velan en nuestra casa

lo primordial no nos falte.


¡A Policías, Bomberos

Transportistas y a quién sabe

cuánta Gente sin mención

olvidamos, GRACIAS darle!.


F.A.R



CAPÍTULO XI. PENSAMIENTOS

(A los héroes anónimos que velan por nosotros)


Casual dicen que ha surgido

otros, que fue provocado

o acaso enfermó el Planeta

de un virus llamado "humano".


Qué ingratitud manifiesta

al hábitat profanado

cuando somos vulnerables

de nuestro propio pecado.


Pero sí aprendimos todos

dura lección confinados,

que solos no somos nada

si los esfuerzos no aunamos.


El mundo ya no es el mundo

que enloqueció el mes de Marzo

y el sol semeja distinto

y el aire se antoja raro.


Guardamos cierta distancia

y miramos de soslayo

a conocidos de siempre

como si fuesen extraños.


Coronavirus de China

al mundo ha conmocionado

mientras unos HÉROES luchan

por millones a su amparo.


Seres que tienen familia

con entrega y sin descanso

exponen su propia vida

sin esperar nada a cambio.


¡Qué menos que darle las GRACIAS

en unánime alegato;

yo les rindo mi homenaje

para jamás olvidarlo!.


F.A.R.








 
 
 

Comments


Post: Blog2_Post
  • Facebook
  • Twitter

©2020 por U.P. Valencia del Ventoso. Creada con Wix.com

bottom of page